El día más oscuro de Springfield: El enemigo de Homer

abril 09, 2019

Supongo que a estas alturas esto no se considera spoiler...



A estas alturas ya podréis imaginar que en Joróbate Flanders es verdadera devoción la que hay por Los Simpson. Hoy está de moda decir que "la serie dejó de tener gracia cuando cambiaron la voz a Homer" como si 1: estuviese producida en España y 2: no la "cambiaron", sino que falleció el actor que había hasta la T11, Carlos Revilla. Y por supuesto que es natural que la serie después de tantos años ya no esté a la altura de los clásicos del pasado, lo que no supone en absoluto que todo sea malo, todo lo contrario. 

Pero este no es el tema que nos ocupa, al menos hasta cierto punto. A donde quiero llegar con esto es que el debate de la calidad, lo creáis o no, es casi tan viejo como la misma serie. Ya en la T4, en los "protoforos", los BBS o tablones de noticias, se criticaba el que la serie hubiera pasado de ser una realista sitcom animada a empezar a usarse un humor cada vez más surrealista, inicialmente en forma de pequeños gags como un oso polar buscando comida en un día de mucho frío o una monja que sale despedida hasta una montaña lejana por una tormenta, recursos visuales que casi recordaban a los de Ibáñez en determinadas etapas de Mortadelo y Filemón. 








Después vinieron capítulos como Homer en el espacio exterior, Rascapiquilandia... que hoy son generalmente alabados pero que ciertamente resultaban chocantes comparado con lo visto hasta entonces. Tras todo esto, hubo cambio de showrunners, el tercero ya en la historia de la serie: Bill Oakley y Josh Weinstein. Con una vuelta al realismo pero un humor más evolucionado con respecto a aquellas experimentales 2 primeras temporadas (Marge no seas orgullosa, Lisa la vegetariana, Hogar, dulce hogar, tralarí tralará, etc) la T7 se convirtió en la favorita para buena parte del fandom. 

Entonces llegamos a un punto de inflexión en la historia de Los Simpson, la octava temporada, donde la serie batió uno de sus muchos records al superar el número de episodios en prime time de Los Picapiedra. Y, quizá por eso (algo que está muy presente en el metarreferencial "El show de Rasca, Pica y Poochie") Oakley y Weinstein, en lugar de mantener esta exitosa línea, hicieron todo lo contrario: forzar al límite el desarrollo de personajes secundarios. 

De esta forma veíamos los sueños frustrados de Moe como boxeador, la separación de los padres de Milhouse, el complejo pasado de Ned Flanders...sí, incluso el incomprendido El director y el pillo se ideó originalmente aquí y se postergó para la 9. Y por fin llegamos así al tema que da título a este artículo, el episodio más oscuro de la historia de Los Simpson, algo que de no haberse llegado a escribir y/o animar bien podría ser una buena leyenda urbana creepypasta: El enemigo de Homer.






Si Indiana Jones y el templo maldito nos planteó como sería ver a una persona de a pie involucrada en las peligrosas aventuras de este arqueólogo interpretado por Harrison Ford (una buena idea lastrada por la sobreactuada actuación de Kate Capshaw) este episodio hacía algo similar a menor escala, pero quizá no por ello menos peliagudo: una persona sensata y trabajadora en el enloquecido Springfield, donde lo más parecido a alguien normal es el superintendente Gary Chalmers. 

De esta forma, el capítulo arranca con un programa de Kent Brockman llamado "La gente de Kent" (¿un guiño a lo que vendría después?) donde se nos narra la triste historia de Frank Grimes, que tras ser abandonado en su infancia pasando todo tipo de penalidades, consiguió terminar la carrera de técnico nuclear, y Monty Burns, conmovido, le contrata como vicepresidente de la central nuclear. Pero solo un día después, decide darle el puesto a un perro que había llevado a cabo un acto heróico, y destina a Grimes al sector 7G con Lenny Leonard, Carl Carlsson...y Homer.

Desde ese momento, vemos como a este nuevo empleado nadie le hace caso en sus continuas quejas sobre la total ineptitud de Homer, al que quizá exageran incluso más estos rasgos para marcar el contraste entre ambos. De esta forma, le vemos tirar un cubo de agua sobre los mandos que controla al saltar una alarma, o confundir ácido sulfúrico con un refresco. Frank consigue salvarle la vida, pero lo único que consigue es una dura bronca del millonario dueño de la central por haber destruido una pared, convirtiéndose desde ese momento en un declarado enemigo de Homer.







Homer, afectado por lo ocurrido, intenta arreglarlo todo invitándole a cenar. Pero esto solo aumenta el rencor de Grimes: mientras que él tiene que estar pluriempleado para vivir en un pequeño apartamento encima de una bolera (y debajo de otra) , Homer tiene una casa bonita, 2 coches, una buena familia...y además Bart es el dueño de una fábrica, en la típica subtrama que aquí se ve convenientemente conectada.

En su desesperación, decide manipularle para participar en un concurso de maquetas de centrales nucleares sin que sepa que es solo para niños. Ninguna le gusta a Burns (ni siquiera la de Martin Prince, que es tan sofisticada que ilumina el propio salón de actos), y Homer es declarado ganador recibiendo la aclamación de todos sus compañeros, lo que acaba con la cordura de Grimes...y con su vida.







Si esto ya era oscuro, la escena final no se quedaba atrás: Homer interrumpe el funeral oficiado por el reverendo Timothy Lovejoy hablando en sueños con Marge, y todos (incluído Burns) se ríen con ello. En su día reconozco que es un episodio que no terminaba de convencerme, pero con el tiempo he ido sabiendo valorar lo que quisieron hacer, y aunque no sea mi episodio preferido (ese honor recae en otro de la misma temporada) sí está en mi top5 de Los Simpson.

Como siempre, podéis sugerir otros capítulos que os gustaría que reseñe en los comentarios. Dedicado a la memoria de Carlos Revilla.

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